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miércoles, 6 de abril de 2016

HAY QUE ESTAR ALIERTA


Sí señores, sí, aunque también podía haber encabezado este escrito con aquello de “Todos queremos ser Alierta”, don César, me refiero, el de telefónica, coño, el amiguísimo de Aznar y de Felipe y de …, vamos, amigo de todos aquellos que le concedieron el don de hacer lo que le saliera de los webs, con una de las compañías estatales más rentable que ha existido. Sí señores, sí, porque a todos estos gobiernos socialdemócratas, neoconservadores o hipócritas en general que hemos tenido hasta la fecha, siempre les ha gustado eso de privatizar las joyas de la corona con el fin de jubilarse en su consejo de administración en el futuro, vamos, cuando se les acabara el chollo de seguir chupando de lo público. Puertas giratorias se llaman ahora.
Pues bien, César, don Alierta, deja “por sorpresa” la presidencia de la compañía después de casi dos décadas al frente de ella. Porque vamos a dejar atrás lo de “sorpresa” y ciñámonos a la pura realidad. Este individuo tenía su contrato blindado y cambió su situación venidera en 2014 por una aportación a su plan de pensiones por valor de 35,5 millones de eurazos, unos seis mil millones de pesetas, no tan antiguas. Teniendo en cuenta que está punto de cumplir los 71 añitos, que no deja su condición de consejero delegado por la que percibe una pasta, que se va a quedar de presidente de la Fundación Telefónica y dirigirá el proyecto de educación digital o que, únicamente, va a  ser el principal accionista, a título individual, de la empresa con 5,29 millones de acciones que vienen a equivaler a la nada desdeñable cifra de 51 millones de euritos, a este personaje ya le está importando una verdadera mierda las reformas laborales que se firmen, las rebajas o subidas del IRPF o las temidas subidas del IVA de su incondicional Montoro. No lo veo muy reivindicativo, ni al estilo francés, que se está viviendo en los últimos días de huelga, ni al español ante la misma huelga que nos anunciaba don De Guindos, no, este individuo tiene pinta de ser de los que solo se queja de que Podemos pueda llegar al poder y le joda el chollo que se ha montado. A este se le dan mejor las empresas privatizadas o las privatizables, como Tabacalera, donde dio su primer golpe de la mano de don Ansar, Josemari para los amigos, el mismo que le encargó su privatización. Un diez en el primer encargo de su mentor y a Telefónica como premio.
Por otra parte, a don Alierta le consideran uno de los personajes más influyentes en el mundo económico y financiero de nuestro país, lógico, hasta cierto punto, cuando ha podido hacer y deshacer a su antojo y sin problemas económicos en las empresas más grandes de este país. Pero hay que dejar clara una cosa en cuanto a estos laureles que se le adjudican ya que, analizando el fondo de sus gestiones, quizás habría que estudiar en profundidad su labor. Amén de sus andanzas en empresas privadas, cabe destacar que su labor en la privatización de Tabacalera fue brutal. Algo tan sencillo para un “experto economista” como la privatización de una empresa pública, donde todo el mundo sabe que no hay que dar muchas explicaciones, solo acatar la voz del amo, estuvo a punto de acabar con la reputación de don César. Don avispado, presuntamente, quiso sacar tajada en todas las fases del proceso privatizador. Presuntamente utilizó información confidencial para hacer un trapicheo de acciones, junto con su mujer y su sobrino, y embolsarse la nada desdeñable cantidad de 1,86 milloncejos de euros. Como si tuviera prisa por hacerse rico y no le hubieran avisado de que en Telefónica tendría manga ancha para ponerse el sueldo que más le conviniese, concretamente, en los últimos años, ya se metió al bolsillo casi 7 kilazos anuales. Preocupado que andaba con el futuro. Y, precisamente hablando del futuro, hay que ver en qué condiciones deja este lumbreras la compañía, porque no hace falta tener un máster en economía para saber que la deuda de Telefónica es de unos 58.000 millones de euros, es decir, bastante más que su cotización bursátil. Así que no andaría muy descaminado todo aquel que pensara que el capitán abandona el puente de mando para que su delfín se haga cargo de la venta de algunas empresas del grupo para paliar parte de esa deuda e intente cambiar la tendencia más que descendente de sus beneficios. Feliz jubilación, que no será la misma de la ingente cantidad de trabajadores que han sufrido sus expedientes de regulación de empleo y su política expansiva. Aquí nos seguimos acordando de usted y de sus colegas que nos mantienen los servicios más caros y peores a estas alturas de siglo. Amén


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