BESOS
ELECTORALES
Me resulta cada día más curioso la
cantidad de pantomimas a las que asistimos mientras dura una campaña electoral.
Y es que se van superando cada año. Viene como las modas. Este año se lleva
esto o aquello, en una pasarela prefieren esotro, etc. Pues con esto de las
elecciones pasa lo mismo. Este año se han llevado los debates a cuatro o incluso
¡a nueve!, aunque los chefs de las cocinas bipartidistas los prefieren a dos ya
que es la única manera de que no les ataquen las pequeñas moscas cojoneras que
se han dado en llamar partidos emergentes. Y, claro, con toda su ley, porque
¿Quiénes son estos perroflautas para venir a joderles el chiringuito que les ha
costado montar más de treinta años? A esta chusmilla hay que dejarla que se
partan el pecho entre ellos para ver si rascan algún escaño por aquí u otro por
allá.
Pero esto ha sido así en los últimos
años, nada nuevo. Aunque las mejores anécdotas se dan cuando concurren circunstancias
como las que estamos viviendo en esta campaña, es decir, que tengamos hasta
cuatro partidos batiéndose el cobre por lograr la presidencia. Y ¿Qué ocurre?,
pues que se dan situaciones un tanto insólitas o, al menos, algo inadecuadas
como que en un debate uno de los lideres escupa incómodas verdades al otro, y
éste, le responda vomitándole insultos sin preocuparse de desmentir esas
acusaciones. Alucinante.
Aunque a mí lo
que más me gusta es cómo bajan a la tierra en esta época los líderes que
siempre se han considerado por encima de los mortales, es decir, los súper
héroes. Hoy me encanta verlos recorrer, cuantas veces sea necesario, los
mercados y mercadillos semanales, puesto a puesto, seguramente con vaselina en
los dientes para que les resbalen los labios y puedan mantener una sonrisa
perpetua. Y lo bien que queda el séquito de palmeros ataviados con cajas llenas
de obsequios que van repartiendo a diestro y siniestro atacando a todo aquel
viandante que tenga la mala suerte de cruzarse en su camino. Son típicos los
bolígrafos que se estropean enseguida, los llaveros con el logo del partido que
nadie quiere lucir por aquello de no definirse, las linternas minúsculas que
duran justo el tiempo en que te explican como funcionan o los fantásticos
polvorones, también con el logo del partido, a los que, normalmente, no hay
quien les hinque el diente. Pero por
encima de todo siempre prevalecerán los besos del líder, o lideresa. Esos besos
tan sentidos que se dan como si se disparara una metralleta. Algo tan natural y
fácil no lo es tanto, es demasiado agotador. Pero estos líderes parecen llevar
en la espalda una mochila que repone los besos, porque de ser cierto que
algunos lo hacen a pleno pulmón, serian dignos de entrar en el libro Guinness
de los records.
Y es que podemos criticar que se gastan
tanta pasta en regalitos inútiles, pero ¿Qué podemos decir de los besos? Si son
gratis, coño, qué más podemos pedir. Pues quizás sí podríamos pedir más. Quizás
podríamos exigir que esos besos fueran sinceros, que se repitieran más a
menudo, no por el hecho del beso en sí, sino más bien porque implicaría que los
de arriba estarían más en contacto con los de abajo, y que se dejarían de
estupideces de regalitos y aprovecharían esos dineros para comprar, por
ejemplo, comida para la gente que está muy necesitada.
Es solo una idea de un humilde
ciudadano. Amén.
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