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sábado, 19 de diciembre de 2015

BESOS ELECTORALES

Me resulta cada día más curioso la cantidad de pantomimas a las que asistimos mientras dura una campaña electoral. Y es que se van superando cada año. Viene como las modas. Este año se lleva esto o aquello, en una pasarela prefieren esotro, etc. Pues con esto de las elecciones pasa lo mismo. Este año se han llevado los debates a cuatro o incluso ¡a nueve!, aunque los chefs de las cocinas bipartidistas los prefieren a dos ya que es la única manera de que no les ataquen las pequeñas moscas cojoneras que se han dado en llamar partidos emergentes. Y, claro, con toda su ley, porque ¿Quiénes son estos perroflautas para venir a joderles el chiringuito que les ha costado montar más de treinta años? A esta chusmilla hay que dejarla que se partan el pecho entre ellos para ver si rascan algún escaño por aquí u otro por allá.
Pero esto ha sido así en los últimos años, nada nuevo. Aunque las mejores anécdotas se dan cuando concurren circunstancias como las que estamos viviendo en esta campaña, es decir, que tengamos hasta cuatro partidos batiéndose el cobre por lograr la presidencia. Y ¿Qué ocurre?, pues que se dan situaciones un tanto insólitas o, al menos, algo inadecuadas como que en un debate uno de los lideres escupa incómodas verdades al otro, y éste, le responda vomitándole insultos sin preocuparse de desmentir esas acusaciones. Alucinante.
Aunque a mí lo que más me gusta es cómo bajan a la tierra en esta época los líderes que siempre se han considerado por encima de los mortales, es decir, los súper héroes. Hoy me encanta verlos recorrer, cuantas veces sea necesario, los mercados y mercadillos semanales, puesto a puesto, seguramente con vaselina en los dientes para que les resbalen los labios y puedan mantener una sonrisa perpetua. Y lo bien que queda el séquito de palmeros ataviados con cajas llenas de obsequios que van repartiendo a diestro y siniestro atacando a todo aquel viandante que tenga la mala suerte de cruzarse en su camino. Son típicos los bolígrafos que se estropean enseguida, los llaveros con el logo del partido que nadie quiere lucir por aquello de no definirse, las linternas minúsculas que duran justo el tiempo en que te explican como funcionan o los fantásticos polvorones, también con el logo del partido, a los que, normalmente, no hay quien les hinque el diente.  Pero por encima de todo siempre prevalecerán los besos del líder, o lideresa. Esos besos tan sentidos que se dan como si se disparara una metralleta. Algo tan natural y fácil no lo es tanto, es demasiado agotador. Pero estos líderes parecen llevar en la espalda una mochila que repone los besos, porque de ser cierto que algunos lo hacen a pleno pulmón, serian dignos de entrar en el libro Guinness de los records.
Y es que podemos criticar que se gastan tanta pasta en regalitos inútiles, pero ¿Qué podemos decir de los besos? Si son gratis, coño, qué más podemos pedir. Pues quizás sí podríamos pedir más. Quizás podríamos exigir que esos besos fueran sinceros, que se repitieran más a menudo, no por el hecho del beso en sí, sino más bien porque implicaría que los de arriba estarían más en contacto con los de abajo, y que se dejarían de estupideces de regalitos y aprovecharían esos dineros para comprar, por ejemplo, comida para la gente que está muy necesitada.

Es solo una idea de un humilde ciudadano. Amén.

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